Exposición J. Sánchez Zabaleta. Almería. La tierra ausente

 

Lugar: Museo del Realismo Español Contemporáneo (MUREC)
Paseo de San Luis, s/n – 04002 Almería.

Periodo de exposición: del 31 de enero al 30 de marzo de 2025

Horarios: De martes a sábado de 10 a 14 horas y de 16.30 a 20.3O horas.
Domingos de 10 a 15 horas.

 

La muestra producida por la Fundación de Arte Ibáñez Cosentino, en colaboración con Diputación de Almería, y comisariada por Juan Manuel Martín Robles, nos adentra en una Almería más desconocida a través de la pintura de Joseba Sánchez Zabaleta.

Joseba Sánchez Zabaleta (1970, Cistierna, León) es un pintor que se mueve entre la pintura de corte más conceptual y la poesía, influenciado por los realistas madrileños . Teniendo como gran referente a Antonio López, participa como afirma Andrés García Ibáñez “del episodio más notable de la renovación del realismo naturalista de la pintura española contemporánea”. Por ello, el Museo del Realismo Contemporáneo Español le dedicará una exposición temporal en la sala 2, que se inaugurará el próximo 31 de enero.

Esta muestra expresa la preeminencia sobre el mundo sensible y espiritual que le produce Almería al pintor y cómo le ha inspirado para realizar su serie El olvido que nos habita, de la cual se han seleccionado 18 piezas realizadas durante los últimos cinco años.

Comprometido con el realismo, Sánchez Zabaleta reflexiona a través de la pintura sobre los objetos que nos rodean y sobre el propio proceso creativo: la poesía visual.

A partir de los elementos de la naturaleza y del paisaje almeriense, los objetos cotidianos y los edificios abandonados, nos muestra lo perecedero, el paso del tiempo y la transformación de la materia. Cada uno de sus cuadros evocan el silencio y desde la introspección invita al espectador a convertirse en protagonista de la escena, partiendo de la contemplación y de la meditación, una pintura de pausa y quietud.

Su proceso creativo mantiene una constante, la búsqueda de esos lugares que nos conmueven, aquellos que desde la ruina y a través de una pintura depurada y los objetos allí reunidos se muestran en un espacio desolado y ausente. Su pintura poética nos posiciona en unos espacios que representan un estado vivencial a través de una serie pictórica que tiene como protagonista principal a Almería.

Almadraba de Monteleva. Barca varada, 2021. Óleo sobre tabla, 74,6 x 151 cm. Colección privada.

 

PAISAJES DESNUDOS, LUGARES SAGRADOS

Los paisajes que van a habitar la sala 2 de exposiciones temporales del MUREC, tienen como protagonista al Cabo de Gata, un refugio para Sánchez Zabaleta, desde donde parten sus ideas para la pintura y la inspiración de lo cotidiano. Cabo de Gata es un paisaje cultural imprescindible para los almerienses y no es de extrañar que cautive al viajero de estos lugares. Un paisaje lleno de silencio, según el artista donde cohabita la humilde vegetación, el paso del tiempo en ruinas, el clamor de sus paisajes y el eco de las voces de sus gentes que lo habitan.

Mediante diferentes construcciones pictóricas explora el concepto de habitar a partir de la premisa qué es habitar. Este término ha perdido sentido y significado, asociado éste a un mero aspecto físico, el de habitar como una simple ocupación del espacio. Sin embargo, el artista, desde su pintura nos propone una visión antropológica y filosófica sobre cómo habitamos un territorio, a partir de una construcción simbólica, física y estética, desde una preocupación del arraigo, el de las formas de pertenencia.

Desde la perspectiva de viajero-pintor, la arquitectura, el fragmento y lo frágil, cobran protagonismo en cada una de las piezas que conforman esta muestra. La memoria y sus escombros se convierten en la narración objetiva del paso del tiempo, en un dialogo entre pasado y futuro, desde un pintor que pinta la experiencia vivida en tierras almerienses.

Una de las imágenes más icónicas de las Salinas del Cabo de Gata es la de su iglesia (1907), situada entre las barriadas de La Almadraba de Monteleva y de Cabo de Gata. La canción Strawberry Fields Forever de John Lenon evoca los paisajes que representa Zabaleta en obras como Salinas. Iglesia varada (2022) o Salinas. Lonja a las cinco de la tarde (2022), donde no solo mantienen una función descriptiva sino que pretende dotar a las cosas y a los acontecimientos relacionados con la visión de los lugares no solo de una potencia simbólica, sino de despertar y proyectar una determinada respuesta emocional. Aquí la arquitectura posee memoria.

Uno de los temas que se aborda esta exposición es el silencio, plasmado en un territorio y sobre la arquitectura, de manera que lo expresa de diferentes maneras: desde el recogimiento a la serenidad, desde la ausencia a la síntesis del lenguaje formal. Así, Sánchez Zabaleta desde sus arquitecturas pintadas abre puertas hacia la percepción y analiza la presencia de lo ausente, observando el silencio que habita en ellas. En obras como El silencio lo será todo en nuestro olvido (2024), Naturaleza muerta (2024) o Rosas para Isabel (2021) es evidente que hay una proyección emocional, más allá del reflejo de lo visible, pues nos suscitan la nostalgia que evoca un lugar conocido al pasar el tiempo por él.

Manifestación de este tiempo es la representación de la ruina que en varias obras del artista actúa como recordatorio y nexo con lo que vino antes, es decir, entre el ahora y el pasado, entre los fragmentos y la totalidad, lo que fue construido y lo que queda. En este sentido, la ruina también hace referencia al momento inmediato posterior a la construcción, a ese tiempo que ha dejado paso a la destrucción, a lo ruinoso. La historia anónima se plasma con señas de identidad en Muros de cortijo Andaluz (2021), donde impone el sentido del espacio vivido, y donde el tiempo ha dejado huellas, pero también nos enseña a mirar la belleza, de una espacio ausente pero donde queda presente que alguien ha vivido allí.

En la pieza El silencio lo será todo en nuestro olvido (2024), la cuestión de cómo nos relacionamos con los espacios aquí planteada, se acerca al proceder de la arqueología y la historia, asistiendo a la necesidad de archivar y documentar a través de la pintura realista. Se enaltece el tiempo y se remarca la espiritualidad de un paisaje austero, pero puro. No se impone nada entre el cuadro y el espectador, excepto una frase que adorna el muro de la estancia abandonada que avisa que “el silencio lo será todo en nuestro olvido”.

En Mesa con patatas, ajos y jarrillos (2022), ningún objeto presentado está dispuesto al azar, pues forman parte del tiempo y de su paso, siendo parte de la memoria, por lo que nos exige plena concentración y mirada atenta. La forma de los objetos y las cosas que aparecen en los bodegones de Sánchez Zabaleta: jarros, vasos, cucharas, cuchillos, recuerdan a la gran tradición del bodegón en la pintura española. Cuchara que quitas el hambre (2024) no muestra nada nuevo, todo es reconocible y cotidiano, incidiendo en la dimensión de lo ordinario. Los objetos de ambas piezas, en el espacio aparentas realismo, pero la profundidad espacial está delimitada por un fondo neutro. La mirada queda atrapada en el meticuloso entramado de objetos, texturas, materiales y diferentes superficies. Cada objeto esconde una evocación.

Naturaleza muerta, 2024. Óleo sobre tabla. 48 x 96,5 cm. Espacio Sánchez Zabaleta.

Sus composiciones rítmicas y equilibradas, donde manipula los objetos para darles coherencia compositiva, los volúmenes, las simetrías, las texturas y los colores terrosos, son características notorias en sus obras.

Sin embargo, no cabe duda de que hay un matiz en la atención de los detalles de cada superficie y a cómo se combinan todos los objetos y sus elementos para ofrecernos lo mejor de cada uno de ellos, sin distracciones.

Esta fisicidad o corporeidad de su pintura viene a evidenciar que la participación de los objetos va más allá de mostrar su categoría funcional y busca transmitir que no solo son unos utensilios, sino que poseen un valor simbólico. Ante el gusto por el mundo sensible y material, Sánchez Zabaleta expresa la preeminencia sobre el mundo sensible y espiritual, de una tierra ausente. Es evidente que hay una proyección emocional, más allá del reflejo de lo visible, esa nostalgia de un lugar conocido, vivido y habitado. Por lo tanto, sus obras no tienen solo una función descriptiva sino que pretende dotar a las cosas y a los acontecimientos relacionados con la visión de un lugar, como el de Almería no sólo como potencia simbólica, sino de despertar y proyectar una serie de emociones más allá de la ausencia, dejando en cada uno de sus lienzos la presencia de una Almería vivida y viva. Y como apunta el propio Sánchez Zabaleta :

“No se ha pintado Almería tal como la vemos, sino tal como la he sentido: un lugar donde la ausencia se convierte en materia, donde los colores son extraídos de la vida que fue.
En estas obras late un anhelo, una búsqueda que se pierde entre el polvo y la luz, como si Almería no fuera un territorio sino un estado del alma.
¿No es esta, al fin y al cabo, la verdadera vocación del arte: dar forma al silencio que nos habita?” (JSZ).

BIOGRAFÍA en primera persona.
JOSEBA SÁNCHEZ ZABALETA
Cistierna,1970
Soy un vasco de León

Nací en un pueblo minero una fría tarde de invierno. Mi madre era maestra y mi padre el artista del pueblo. Esta condición hizo que creciera en un entorno artístico notable y permitió, desde muy temprano, que se evidenciara en mí una clara inclinación y gusto por el dibujo. A los siete años recibí mi primer y único premio de pintura. La semilla estaba plantada.

Me licencié en Artes Aplicadas en Zaragoza con tan solo diecisiete años, una larga historia. Desde entonces lo único que he hecho ha sido pintar. A los veinte abrí mi primer estudio en Hondarribia y a los treinta vivía y pintaba en mitad del campo de Castilla, en una casa de hierro y cristal entre los centenos, porque de pronto sentí la necesidad de alejarme de todo.

Soy un pintor autodidacta. He aprendido a estar en soledad, y aunque no lo parezca, todo ha ido sucediendo muy despacio. Ahora, tras miles y millones de brochazos más o menos certeros me veo vinculado al realismo de este país y colgado en las paredes de este maravilloso museo, tan necesario por otro lado, para la pintura y para las personas.

Hoy vivo en Gaucín, un típico pueblecito blanco Andaluz. Abro mi estudio un par de veces al año con la intención de encontrarme con la gente. Pinto cada día con el deseo de seguir viviendo a mi manera, libre y haciendo lo que me gusta. Pinto mirando al sur. Frente al ventanal del estudio se extiende el mundo. Vivir entre las nubes me permite ver y observar las cosas con la distancia necesaria para poder explicarlas en mis pinturas. La huella, el tiempo cotidiano o la memoria, son conceptos suficientes para trabajar toda una vida, y en esas estoy.

Mi obra graciosamente se ha ido incluyendo en colecciones privadas, y mágicamente en la permanente del museo del realismo español contemporáneo, MUREC, de Almería, la misma tierra que he pintado a lo largo de estos últimos cinco años de mi vida y donde algún día me gustaría, por qué no, incluso morir.

 

 

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